martes, mayo 02, 2006

8º Nominado. Su voz

Nominado por Vicente R, socio 30. de Montse publicado en su blog el dia 21.
Motivo: Por el contraste de las sensaciones que le produjo.

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Tenia una voz suave, como el tacto del jersey que le regaló su madre en navidad.
Dulce como el sabor los melocotones maduros.
Mágica, como el olor de la vainilla.
Sensual como el sonido… sensual cómo… tan sensual cómo el sonido de su voz.
Porque desde que la escuchó, a sus cuatro sentidos les fue imposible sentir nada tan atractivo cómo el sonido de aquella voz..
Cada mañana, desde hacía un año, Luis entraba en aquel bar. Se sentaba en la misma mesa, con su lazarillo, Rumba. Pedía un café con leche. Y mientras lo tomaba, escuchaba su voz. Clara, amable, pausada, educada… preciosa.
La imaginaba fuerte, enérgica. Tal vez morena. Sólo tal vez… Mayor que él. Si… tal vez tenga unos treinta años… Nunca se fijaría en un chico de 18. Quería imaginar el color “moreno” de su pelo. Pero ninguna “imagen” se definía en su cabeza. Todo, el café con leche, la cucharilla, la mesa… todo era una sensación grande, sin imágenes. Todo era una voz, que le transportaba al país de los sueños por soñar. De los cuentos por contar. Del amor por estrenar.
Me gustaría rozar sus manos. Me gustaría tocar su cara. Pasear mis dedos sobre sus cejas, sobre sus párpados. Sobre su nariz. Sentir su aliento, su boca, en la palma de mi mano… si se dejase tocar.
Un día, al entrar al bar, pensó ir a saludarla antes de sentarse en su mesa. Pero Rumba cogió el mismo camino, hacia la mesa de siempre. Y… no se atrevió a contradecirla.
¿Qué voy a decirle? Pensará que soy un loco. No sé nada de ella. No sé. Yo le devolvería el saludo. No como esa gente con la que ella habla, que ni tan solo le agradecen cuando ella les atiende.
Y volvió a pedir su café con leche. Y a esperar que mientras lo tomaba, volviese a sonar aquella voz.
Esperó día tras día que aquellas ondas sonoras atravesasen el aire y llegasen hasta sus oídos, y se colasen por toda la cabeza, hasta ocuparla por completo. Y entonces todas las sensaciones bajaban desde la nuca hasta su columna haciéndole sentir aquel estremecimiento en el vientre que alegraba sus mañanas. Esperó.
Estará enferma. Quizá en cama. Si le preguntase al camarero… ¿Qué pensará? Espero que se recupere pronto.
Pero nunca volvió. Durante meses y meses. Y hoy Luis ha cumplido los 19. Y su tristeza es más ancha que la avenida que Rumba le ayuda a cruzar cada día antes de llegar al taller.
Debí haberla saludado. Al menos para que me hablase a mí. Ahora... ahora que? Además, sólo he oído tres palabras de su voz. Tres palabras que me golpean la cabeza… sólo tres. Pero sé que en cuanto la oiga, la reconoceré…
Su tabaco, gracias.

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