domingo, octubre 01, 2006

Uno y dos Nº 2 nominado

Post: Uno y dos editado el 12/09/2006
Autor: Juan Luis Saldaña, del blog El Capitán Crótalo
Nominado por Montse del blog Una sonrisa
Motivos: Me encantó, así de sencillo.
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Yo llegué el uno de julio y ella llegó el dos. Barcelona estaba muy bonita, aunque de día sólo veíamos las Ramblas. El sol se filtraba entre las hojas de los plataneros como en el cuadro más famoso de Renoir. Yo era camarero de terraza. Ella, escultura urbana.
Empecé a mirarla el uno de julio. Ella empezó a mirarme el dos. Cuando le echaban alguna moneda cambiaba de posición y, al tercer cambio, se me quedaba mirando a mí. Me di cuenta y traté de disimular. Fue inútil.
Le hablé por primera vez el uno de agosto y ella me contestó el dos. “¿De dónde eres?” Le dije, pero no quiso romper su silencio porque, como me explicó después, es parte de su profesionalidad. Al día siguiente, cuando se bajó de su pedestal, vino hasta donde estaba y me dijo con toda la inocencia del mundo: -Soy de Ciudad Real ¿Por qué quieres saberlo?
Nos esperábamos al terminar la jornada laboral y paseábamos juntos. Nos gustaba caminar despacio por las calles antiguas del barrio gótico hablando sobre las incidencias del día. “Un extranjero me echó un billete grande y me quedé muy quieta, pero del susto”, decía ella. “Le he tirado por encima medio plato de fabada a un alemán”, decía yo.
Le cogí la mano el uno de septiembre. Nos besamos el dos. Desde entonces me acostumbré a limpiarme los labios, llenos siempre de purpurina, en el espejo del ascensor al volver a casa. Pero era inútil, su color plateado me impregnaba por completo.
Empezaba el curso y el periodo de matriculación en la universidad, pero seguíamos allí, ella en su pedestal, yo en mi terraza. En su compañía, el sentimiento del deber se diluía por completo. Me invitó al museo de cera y yo la llevé a Santa María del Mar y al “Bosque de las Hadas”.
Un día apareció vestida como las personas normales. Llevaba un pantalón ancho, una camiseta naranja y el pelo recogido en una coleta. Tenía el gesto triste y culpable. No era la escultura humana de la que me había enamorado, aunque estaba muy guapa.
Se marchó el uno de octubre. Yo me fui el dos.

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