miércoles, agosto 02, 2006

GRAN BLANCO. Nº 3 nominado

NOMINADO POR: Teresa Coscojuela. DALT DE L'ARC DE SANT MARTÍ
AUTOR: Continúo Siendo Yo. CASI LLEGO TARDE 20/07/2006
MOTIVO: El relato está incompleto y me gusta, a ver si el autor se anima a terminarlo con esta nominación.

GRAN BLANCO

Le pareció vislumbrar apenas como una mancha oscura que pasaba casi por debajo suyo. Un escalofrío le hizo hinchar el pecho y le llegó hasta la nuca. Sus sentidos se nublaron por un momento... Desesperadamente metió la cabeza en el mar e intentó ver algo. El agua no estaba muy turbia y podía ver la masa clara de la arena del fondo a poco más de dos metros y medio de profundidad. Casi hacía pié... Al girar la cabeza hacia la izquierda sí vio algo grande y cerca, muy cerca. El roce vino inmediatamente. Fue en su rodilla izquierda donde notó que algo le pasaba rozando, áspera y rápidamente. No veía bien, las gafas las había dejado en la orilla, en la camisa; y además tenía la cabeza semi sumergida. Su impulso inmediato fue intentar salir del agua. Como fuera. Para ello y sin pensarlo, encogió las piernas hacia sí mismo e introdujo las manos hacia abajo hasta apoyarlas en la masa que pasaba rozándole por debajo e intentó ponerse de pié sobre ella para impulsarse fuera del agua. Quería saltar; saltar alto, fuera del agua, hasta sostenerse en algún lugar inexistente que le permitiera no tener el más mínimo contacto con el mar.
Al hacer dicho intento, se encontró de pronto con medio cuerpo fuera del agua y propulsado hacia arriba y hacia adelante. Se había impulsado sobre algo que se movía deprisa hacia la orilla. Sus pies no resbalaron; por unos breves instantes pudo mantener un precario equilibrio mientras borrosamente y como a un metro y medio a su derecha y en la posición de las dos en un reloj, vio apenas, entre salpicaduras y a través de su miopía, otra masa sumergida, y sobre ella algo que surcaba el agua dejando una estela de espuma que pasaba por su costado derecho. Todo era caótico; vislumbraba la playa con los colores de las sombrillas, de la gente y de sus bañadores, formando un borroso calidoscopio que parecía muy cercano. Tenía que llegar allí como fuera. Tenía que alejarse de esta estúpida e incomprensible situación que le tenía bloqueado por un pánico incontrolable.
Y saltó. Sí, saltó. Se impulsó con todas sus fuerzas hacia aquella nueva forma que le ofrecía algo a lo que agarrarse, algo que surcaba el agua dejando una estela de espuma. Sin saber cómo, se encontró asiendo algo rígido y se agarró como pudo a ello apretándolo a la vez contra su cabeza para no despegarse. Su pecho topó con algo duro y áspero pero firme. Era como una tabla, una tabla de salvación que se movía y lo acercaba a la orilla. Entre sus piernas y muslos algo se movía de lado a lado produciéndole fuertes golpes, hasta que logró ponerse a horcajadas y apretarse fuertemente para no sentirse desmontado de esta improvisada y desconcertante cabalgadura. Las salpicaduras del agua salada y la espuma le tenían despistado y le impedían tomar el aire con naturalidad. Estaba tragando agua y no veía donde estaba. Pero estaba seguro de que se acercaba a la orilla. Algo le acercaba a la orilla.
Intentó afianzar su postura y quiso acercar las rodillas hacia su pecho mientras seguía a horcajadas sobre su montura. Quería protegerse, recogerse lo más posible. Una posición fetal, ¡sí, eso era! ¡Una posición como la de un jockey sobre su caballo! Pero la parte superior de sus muslos topaban con algo que le impedían adoptar dicha postura. Aguantó la respiración y consiguió subir una rodilla sobre dicho tope. Primero fue la derecha, y eso le hizo tener que agarrarse con más fuerza para evitar ser desmontado. Consiguió también repetir el movimiento con la otra pierna. La postura era extraña e inestable, presionó con las rodillas como quien pasa de una posición fetal similar a la del musulmán orante a otra posición erguida de rodillas. Inexplicablemente ése movimiento hizo que su posición semisumergida se impulsara hacia arriba y quedara con el agua a la altura del pecho sujetándose firmemente con ambas manos a algo estrecho justo delante suyo y que surcaba el agua hacia la orilla.
Su visión escasamente nítida, propia de una alta miopía, no le impidió darse cuenta de lo inaudito de la situación. Estaba cabalgando rápidamente hacia la orilla, ¡cabalgando sobre un tiburón! ¡Y era grande! ¡Estaba sentado en el lomo de un tiburón, de rodillas sobre sus aletas pectorales y agarrotado más que agarrado a su aleta dorsal que tenía justo delante! Empezó a chillar. No sabía si para pedir ayuda para su comprometidísima situación o para avisar a los bañistas de lo que pasaba para que se protegieran. Pero chillaba. Chillidos potentes y cortos. Las rodillas le permitían cierto control de la situación, le permitían mantener el equilibrio a pesar del movimiento de vaivén lateral cada vez más rápido; pero además, cuanto más intentaba él erguirse, más sobresalía el tremendo animal del agua. Casi intuía sus ojos a ras de la misma. La gente corría hacia la orilla a su lado... ¡Corrían! ¡Hacían pié!
De repente sus pies sintieron el contacto con la arena. La notó en sus empeines. Enseguida dejaron de avanzar. ¡Habían embarrancado! Pero él seguía asido con fuerza al animal que de pronto empezó a dar unas fortísimas sacudidas. ¡Lo iba a descabalgar! Se iba a caer al agua justo al lado de este monstruo. Se intentó abrazar a la aleta, ¡tenía que pensar!
No hizo falta. De pronto estaba rodeado de varios hombres que le sujetaron e intentaban agarrar al bicho. Tiraban de él con fuerza... Gritos, salpicaduras, bandazos, tirones... Hubo un momento en que perdió la noción de lo que pasaba.
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El aire susurraba agradablemente en sus oídos y mecía suavemente su pelo. A su alrededor todo era azul claro y se sentía liviano. A su lado, una gaviota parecía suspendida en el aire. Sus plumas se mecían mientras su cabeza miraba a un sitio y a otro con rápidos y bruscos movimientos; como a saltitos. Miró hacia abajo. La playa. Las sombrillas, la gente, la orilla,... Estaba en el aire, flotando en el aire, sin esfuerzo, con una gaviota al lado que lo ignoraba... ¿Pero qué..? Había un grupo de gente, como un corro. No muy lejos, un gran pez en la orilla, y sangre, mucha sangre. Lo han matado. ¿Y el otro? Había otro. El primero; desde el que consiguió saltar hacia éste. No lo veía. Pero bueno, a éste lo han cogido. Han conseguido matarlo. Y yo lo llevé hasta allí... ¿Yo?
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Cuando volvió a recuperar la conciencia estaba tumbado sobre una toalla, en la playa, boca arriba y rodeado de gente. Le pareció ver.., ¡sí era él! ¡Era su hijo Athos! Lo veía borroso pero era él. No le habían puesto las gafas, por eso no veía bien. Ahora se las pediría, estaban en su camisa al lado de la sombrilla. Se notaba dolorido y cansado, pero no especialmente. Aturdido sí; sin ganas de incorporarse ni de levantarse de momento. There también debía de estar por aquí.., y Albert, su otro hijo. There era su exmujer; la madre de sus hijos. Se habían reunido los cuatro después de tiempo, para ir a la playa. Un baño rápido antes de que llegue la hora de la avalancha, y a casa dando un paseo. Después, una comida familiar; de reencuentro.
-¡Athos! ¡Athos, hijo! Mis gafas. Están en mi camisa al lado de la toalla de tu madre... - pero no se oía a sí mismo. Estaba seguro de haber hablado en un tono de voz razonable, pero no oyó nada. Debían de habérsele taponado los oídos con toda esta odisea. ¡Un momento! ¡Sí; Athos le había oído! Se giró y se acercó rápido hasta casi abalanzarse sobre él.
-¡Papá, papá! ¿me oyes?- Tenía los ojos rojos. Muy rojos. Mira que le había dicho mil veces que no buceara sin gafas en esta playa. El agua no estaba demasiado limpia; a él a veces le producía hasta urticaria... Los ojos rojos y llorosos. ¡Ya había cogido alguna alergia..! Y es que por mucho que crezcan siempre seguirán siendo unos críos...
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