lunes, octubre 02, 2006

Una noche en la opera Nº7 nominado


Post: UNA NOCHE EN LA OPERA del 13/09/2006
Autor: Leo Coyote del blog El blog del Coyote.
Nominado por: Teresa Coscojuela del blog DALT DE L'ARC DE SANT MARTÍ
Motivo: Me encanta cómo explica el Coyote sus vivencias. Esta noche en la Opera es algo sencillo porque no ocurrió nada especial, pero tiene una gracia y una verdad indiscutibles.
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El sábado por la noche fuimos al Liceo para ver ballet, Giselle del English National Ballet. La verdad es que a mí nunca me ha gustado y mira que lo he intentado. M. se empeñó en ir, iban unas amigas suyas, nos regalaban las entradas, en fin que le iba hacer. O sea siete tías y yo porque los maridos, novios y amantes de las otras seis les dieron una larga cambiada y se dedicaron a sus menesteres, creo que daban un partido del Barça por la tele. La primera hora fue soportable, concentre mi mente en el desarrollo de una truculenta trama policíaca en la que estoy trabajando y la sucesión de imágenes más o menos sangrientas fueron desfilando por mi mente mientras, en el escenario, se movían hombres y mujeres de arriba para abajo y de izquierda a derecha, intentando amalgamar sus pasos con el sonido de la música. En el intermedio bajamos al Salón de los Espejos para beber una copa de cava y me encontré con un buen amigo mío: Antonio Martín de Samis abogado, empresario y conocidísimo borracho de Sitges, de ahí nuestra amistad.
-Coño, a ti si que no esperaba verte a aquí -me dijo abriendo los brazos y alzando la barbilla, en uno de sus gestos más característicos.
-Pues ya ves, hay que procurar estar en todas partes...
-Pero... ¿A ti te gusta el ballet?
-A mi no y mira que le pongo cariño -le dije pensando que él era un gran aficionado.
-Desengáñate, esto no le gusta a nadie, aquí todos venimos forzados.
-Oye Martín, a alguien le gustara ¿no? Yo he venido con mi mujer y sus amigas y parecen estar encantadas...
-Que no, que no, que no. Lo que pasa es que las tías son una raza superior, más avanzada y tienen una capacidad de aguante muy grande y se ponen a mirar el baile y resisten estoicamente las horas que sea menester. Pero gustar, lo que se dice gustar, no les gusta. Ellas hacen el paripé para hacerse ver, o para estrenar ropa, o para cualquier otra cosa que ellas tengan en el cerebro y nada más.
-Bueno hombre pero esta lleno de gente; mujeres y hombres, a alguno le gustara.
-Que no, es intelectualmente imposible que a alguien le pueda gustar ver unos tíos marcando paquete dando saltitos y a unas tías tapadas hasta el cuello y caminando de puntillas que, oye, yo no soy medico pero eso tiene que ser terrible para la espalda.
-Pero no seas pésimo Martín aquí hay mucho tío ¿qué hacen aquí si no les gusta?
-Pues nada. Cada uno viene aquí por cosas distintas unos a lucir el traje, otros a controlar a su amante que viene con el marido, algunos a relacionarse con alguien para hacer algún negocio o enterarse de alguna fusión o adquisición, otros haber si ligan algo... tú y yo porque nos lo dice la mujer y el noventa por ciento por lo mismo que nosotros.
-Bueno, entonces solo les gustará a los músicos...
-¿A los músicos? Pero si yo he visto, con estos anteojos que tengo -me dijo mientras me enseñaba unos binoculares de bolsillo con pinta de caros- y dos, de los que están al final, se estaban durmiendo.
-Ja, ja, ja...
-No te rías, no te rías que es así... y los bailarines pues para hacer gimnasia, si no ni aparecen.
-Bueno tú y por que les pagan una pasta...
-No mucha, no mucha, algo les darán, pero no mucho.
-Tío, pues las entradas cuestan un pastón.
-Pero si aquí no paga nadie. A ver ¿tú has pagado?
-Yo no, nos han dejado los pases...
-Ves pues igual que yo. Aquí no paga nadie.
-Pero los dueños de los pases tendrán que pagar ¿no?
-Que no. Mira mis pases nos los deja mi suegro y el cabrón ese, con lo tacaño que es, no se gasta ni un euro en esto... pero ni un céntimo ¡eh!
-Oye no me líes, esto -le dije señalando el salón- lo tiene que mantener alguien.
-Pues será el ayuntamiento o la Generalitat, para estar a bien con la rancia burguesía catalana.
-¿Oye Martín tú que coño estas bebiendo?
-Yo whisky. ¿Por qué?
-Pensaba que aquí solo se podía beber cava y esas cosas.
-¡Ah! No sé. Yo es que soy bastante amigo del camarero... el tío se está separando y siempre me pregunta cosas del divorcio y eso... Y claro, me endiña cada piramidon de estos, que me pongo tibio. Lo malo es aguantar arriba sin dormirse.
Una voz masculina, suave, nítida y políglota nos anunció que faltaban cinco minutos para que empezara el segundo acto. Me despedí de Antonio Martín, todos le llamamos Martín, con un apretón de manos.
-Bueno Martín chao, te telefoneo y quedamos un día de estos para comer ¿vale?
-Vale, cuando quieras.
Salimos todos juntos haciendo que las puertas se volvieran pequeñas, Martín se volvió, casi desde medio pasillo y me dijo:
-Oye Leo, no se te ocurra aplaudir cuando esto se acabé...
-¿Y eso por qué?
-No, porque los tíos estos, si le aplaudes mucho, piensan que lo han hecho bien y vuelven a pegar más saltos y nos tienen aquí hasta las tantas.
Lo veo alejarse entre la multitud la chaqueta, de su traje azul, le cae por su lado izquierdo; parece que sea más larga por ahí, la manga también le cubre la mano, su mujer lo coge por el otro brazo. Martín yergue la cabeza intentando ver por encima de la gente, quizás esté buscando la salida.

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