miércoles, noviembre 01, 2006

La feria Nº 3 nominado

Post LA FERIA, de María. Editado el 18/10/06 en su blog Crazy Mary.

Nominado por Carlos de Málaga en el corazón, por su originalidad y porque es un relato que te hace soñar llenando la mente de ilusiones.

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Pasen...pasen...Señoras, Señores...pasen!!!... no pierdan esta gran oportunidad...Aquí, en esta Feria, en la Feria de la Vida, eso que ustedes tanto desean es posible.
...Caballero!!...no lo deje escapar...Señora!!... Señorita!!...anímense...les estamos esperando.
Sólo tienen que entrar. Dejen tras de sí, el dolor, la tristeza, el sufrimiento, las penas...Sacudan el polvo negro de sus trajes...sí, ese que no ven pero que está, y pasen...les estamos esperando!!
Quién anunciaba esto era el animador de un espectáculo llamado “Una Realidad Diferente”. Llevaba un frac blanco impoluto, guantes, chistera, zapatos...todo blanco. Sin una sola mancha, no sé como conseguía mantenerlo así, pero el caso es que lo mantenía, un día y otro día. No sabría precisar su edad, era como si el tiempo no se hubiera atrevido con él. Sólo sé que se me hacía agradable mirarle.
Desde que instalaron la Feria me sentí atraído por sus luces y su bullicio, y buscaba cualquier momento para ir a visitarla. Los feriantes iban a estar por allí un tiempo, no habían especificado cuanto, y no quería perderme ninguna de sus atracciones. La verdad es que, de momento, sólo había paseado entre los diferentes espectáculos, mirando, escuchando, observando..., dejándome llevar.
En la Feria de la Vida había mucho donde elegir y además muy variado, y cada tenderete tenía su propio animador que, por supuesto, siempre era el mejor entre los mejores, gritando a los cuatro vientos para todo aquél que quisiera saber, y también para el que no quisiera, las excelencias de su mercancía, pero entre todos los puestos había uno que me llamaba la atención de una manera especial, se llamaba “Una Realidad Diferente”,...así rezaba el cartel de la puerta de entrada.
Ese día, como cada día que había acudido, al llegar al recinto me detuve delante de él, y estuve un buen rato “espiando” a la gente que se animaba a acceder al mismo.
Advertí que poco antes de que traspasaran la cortina de colores que hacía las veces de puerta, el impoluto señor intemporal se les acercaba y les decía algo al oído. Yo no podía escucharlo, no sabía qué era eso que les contaba, pero a todos les hacía sonreír y se les iluminaban los ojos...Quizá fuera precisamente este detalle el que me empujó a acercarme y preguntar :
-Señor...¿cuánto cuesta el espectáculo?
-Hombre!!...aquí tenemos un valiente que ha decidido sacudirse el polvo negro del camino...¡Muy bien, caballero...sabia elección!!...
-No, señor, todavía no lo he decidido...primero quiero saber cuanto cuesta entrar...
-Ah!! Amigo mío...eso depende...
-Cómo que depende??
-Sí...depende de cada cuál. No todos pueden, ni deben, pagar el mismo precio.
-Bueno, pues entonces dígame el precio que he de pagar yo...
A cada minuto que pasaba estaba más intrigado, con más ganas de colarme allí, fuera lo que fuera...pero no se lo dije, claro, por si me subía el precio. Tras este pensamiento, y como si el señor del frac blanco me hubiera leído la mente de alguna manera, me dijo...
-No te preocupes...el precio no depende de mí. Yo no lo marco, o no exactamente. Si quieres asistir a la siguiente función, el precio has de marcarlo tú.
Miré en el bolsillo para comprobar de cuanto disponía y así poder ofertar una cifra, pero el señor se rió..., sin malicia, casi con cariño, pero se rió.
-Me parece que todavía no has entendido nada. En fin...puede que sea porque no haya querido explicarme. Puede que, aún, no sea el momento de explicarme...Cuando de verdad quieras entrar, te diré lo que tienes que pagar...
Sin pensarlo más, me arranqué a decirle que sí, fue un arrebato, ya no podía esperar, la curiosidad me comía por dentro.
-Ya..., ya..., señor, ya quiero entrar...estoy seguro..., ya lo he decidido
Entonces, el animador, ahora sí, con su sonrisa amplia y trasparente, se me acercó al oído, como lo había hecho con todos los demás que entraron antes que yo, y me susurró:
-El precio es darme un poquito de tu felicidad, de esa felicidad que consigas una vez hayas entrado, dejando atrás todo lo que te impide sentirla. Aparecerá en forma de arte, el de la magia, guiada por la Realidad Diferente. Ese es el precio, habrás de cederme una parte...un porcentaje de tu felicidad. Cuanta más felicidad se consigue, más se paga. Por eso lo que paga cada uno siempre es diferente. ¿Hay trato?.
No me explicó como llegaría a conseguir mi felicidad. Tampoco parecía que hubiera unas instrucciones precisas para ello.
Bueno, ¡¡qué más daba!!...al fin y la cabo...¿ podía perder algo?...
Cerré los ojos, sonreí, como lo habían hecho otros antes que yo, respiré muy profundo, y le contesté:
-Pues sea. Hay trato. Acepto el precio. Y ojalá tenga que pagarte mucho, porque eso significará que he encontrado mi felicidad y que además es enorme...
Y entonces, el animador del frac blanco me guiñó un ojo, apartó la cortina de colores y pasé.

No puedo contar mucho más. Sólo decir que el animador tenía razón y que, por el arte de la magia, de “mi” magia, encontré en la función lo que estaba buscando.
Si alguien quiere saber de qué manera lo conseguí, tendrá que ir al encuentro de la Feria de la Vida y del señor intemporal vestido de blanco.
Creo que no es muy difícil dar con esa Feria y con el animador...después, únicamente hay que estar un poquito atento y no pasar de largo por el espectáculo denominado “Una Realidad Diferente”.

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